La
relación madre/hija
En tantos
años de consultorio, en mi experiencia como psicoterapeuta familiar, la relación más dañada, profundamente
dañada es la relación madre/hija. La
gran herida en la hija, es la madre del Patriarcado.
“La niña
aprende de su madre a contemplarse a si misma a través de la mirada del hombre”
“El
hecho de que la niña viva la relación con las mujeres sólo a través del hombre,
con esta especie de filtro que hay entre ella y la madre, es la razón más
profunda de la división que encontramos entre una mujer y otra mujer; las
mujeres estamos divididas en nuestra historia desde siempre, no sólo porque
cada una de nosotras está unida socialmente a su propio marido, a los hijos
–este es el aspecto visible de la separación-, la división se da a un nivel más
profundo, al no conseguir mirarnos la una a la otra, al no ser capaces de
contemplar nuestro cuerpo sin tener siempre presente la mirada del hombre.”
Lea
Melandri
Es necesario hacer conciente esta
triangulación vincular, por la cual las mujeres quedamos invisibilizadas,
rivalizando, compitiendo, enfrentadas, roto el vínculo de esa simbiosis inicial
de la vida, que es la relación madre-hija por la mirada masculina patriarcal.
Según Casilda
Rodrigañez Bustos, a partir de la
reinterpretación de la fábula de Edipo de Sófocles, personaje que encarna una
auténtica tragedia.
“Edipo
fue estigmatizado antes de nacer; la mujer que le gestó y que le parió, no
deseó su vida sino su muerte, promocionando el paradigma de la mujer patriarcal
que, dentro de la institución del matrimonio, debe sacrificarlo todo, incluídos
los propios hijos, por el padre. El deseo de vida, de generar la vida y de
proteger a las generaciones, propio de la maternidad, cede ante la ley, según
la cual, la vida debe mutilarse para someterse a la empresa del Poder y a
aquellos que lo encarnan”
La autora nombra
y conceptualiza como “matricidio” y “fratricidio”,
la evidencia del daño en el corazón de nuestros vínculos, las
madres atentando contra sus hij@s, y las hermanas atentando y confrontando
entre sí .
Según Mary Daly
en “Gin-Ecología”:“Cegadas y
des-alentadas por estas ataduras mentales, las hijas sienten enojo por la
impotencia de sus madres ante el dominio patriarcal. Y sin embargo, el tirón
hacia la madre siempre está presente: la hija la busca por doquiera. Deméter y
Perséfone se buscan una a otra en todos los sitios equivocados, en rostros
extraños y, lo más trágico de todo, en el varón . Las hijas buscan la madre
perdida en sustitutos masculinos, volviéndose hacia ellos en busca de la divina
chispa de estímulo que ellos no poseen ni pueden dar , ya que es la legítima
herencia de nuestro propio género”
El rol materno, tan dañado y tan sufrido por todas,
este rechazo activo a ese modelo de mujer. Modelo que se despliega en una
multiplicidad de subtipos, en un abanico
que va desde la sumisión, esa madre que sólo tiene ojos para el padre, en
desmedro de sus hijos, a la madre
abnegada, la madre incondicional, que renuncia y posterga en todo por el
bienestar de su familia. El prototipo de la víctima, la madre enferma que
responsabiliza a todos por su infelicidad. En el otro extremo del abanico, la
madre violenta, modelo que se observa también en el arquetipo de la madre oscura de los cuentos de hadas : la madrastra, la
bruja, o maléfica.
En síntesis, es la madre que reproduce los valores
de una cultura misógina, que reprime, condena, mutila, excluye, abandona y
desprecia a sus hijas mujeres. Madres
que avalan en complicidad las violencias
y abusos masculinos. Hijas que ya no denuncian a sus padres sino a ellas,
porque no se pudieron defender a si mismas, ni las pudieron defender. Hijas que
heredan de sus madres una herida que imprimirá varias generaciones de mujeres.
Madres entregadoras, represoras, violentas también…
Con estas malformaciones del rol materno, evidentemente las hijas
adultas llegado el momento de la
asunción de su propia maternidad, la
biología responde como puede , sus cuerpos rechazan la asunción de un
rol repudiado, y maldito . Ser madre se
traduce en una serie de claudicaciones, condenas y representa en muchos casos renunciar, incluso
atentar subjetivamente contra la vida del hijo y la propia. No puedo dejar de
mencionar esta problemática, ya que luego se traduce tanto en sintomatología
ginecológica, infertilidad y en muerte
intrauterina.
Mi tarea
central como terapeuta ha sido
ayudar a construir una mirada comprensiva y compasiva hacia esas mujeres, nuestras madres, para entender los avatares de un
tiempo histórico, donde se vieron forzadas por supervivencia, por adaptación,
por ignorancia a reproducir las aberraciones de las cuales fueron víctimas
también. Sólo una mirada desde la
aceptación y el perdón nos va a permitir reconciliarnos con lo que nuestras
madres han podido, con la tragedia que les tocó vivir.
“ Hay un
vacío que sienten las mujeres de este
tiempo, de esta cultura; un vacío que las hace sospechar que su naturaleza
femenina, al igual que Perséfone, se ha ido al infierno. Ese vacío femenino no
ha de curarse en conjunción con lo masculino,
sino por una integración de si misma, por reunificar el cuerpo
madre/hija.”
Eleonor Hall “La luna y la vírgen”
Más que desafío, una verdadera proeza
para las nuevas generaciones,
mucho por sanar, si es que nosotras les
abrimos el camino, Este es nuestro legado: un despertar de conciencia, un camino
de re-construcción, de revalorización, hacia una Nueva Conciencia Femenina.
Lo
personal es político
S. Freud,
médico neurólogo austríaco ( 1856-1939)
le debe la conceptualización del Psicoanálisis, a esas mujeres , que él
llamó histéricas, que no encontraban otra manera de expresarse, que no fuera
manifestar en sus cuerpos, cegueras histéricas, parálisis histéricas, y toda
una vasta sintomatología que intentaba mostrar el grito ahogado del derecho a
una identidad, a ser reconocidas por una cultura que el mismo Freud definió
como “ falo céntrica”, con el tiempo la sociología y la antropología definieran
como Patriarcado.
“Es
necesario reconstruir la contradicción hombre-mujer a partir de la negación del
cuerpo de la mujer, y por tanto lo que en psicoanálisis tradicional aparece
como el problema de la enfermedad, de neurosis, desadaptación, etc, se convierte
en una contradicción material. La mujer se encuentra desde el principio sin una
forma propia de existir, como si el existir de la mujer se hallase ya incluído
en una forma de existencia (mujer, madre, hija) que la niegan en cuanto mujer.
Ser madre significa existir y usar el propio cuerpo en función de un hombre, y
por lo tanto una vez más, carecer de sentido y del valor de la propia
existencia en todos los niveles. Esta negación de si misma es interiorizada a
niveles tan profundos que es como si las mujeres a lo largo de su historia no
hiciesen más que repetir esta experiencia de la autodestrucción. Por eso, el
discurso sobre la violencia masculina, sobre la vejación, la dominación, los
privilegios, etc. Seguirá siendo un discurso abstracto si no se tiene en cuenta
el aspecto interiorizado de la violencia, la
violencia como negación de la propia existencia. La negación de si misma
empieza a funcionar desde el nacimiento, a partir de la primera relación con la
madre, donde la madre no está presente como mujer con su cuerpo de mujer, sino
que está allí como mujer del hombre, para el hombre…”
Lea
Meandri
La raíz de todas las enfermedades, padecimientos, y
sintomatologías de una mujer radica fundamentalmente en poner en primer lugar
las necesidades de los demás, y por último las propias. La identidad fundada en “ser-para-otros”, en
vez de “ser-para-si”, es la clave para comprender la gran herida histórica de
la mujer como herencia cultural del
Orden Patriarcal.
Asumir algunas de estas cuestiones, en el enfoque
del duelo gestacional, es avanzar
de una posición aparentemente personal y subjetiva, hacia una posición
absolutamente social y política.
De aquí deviene la afirmación “lo personal es político”.
Muy interesante y justo aquí radica nuestra labor como despertadores de conciencia femenina. Re-unir todas las facetas femeninas sin condicionamientos, empezando a usar la mirada hacia adentro para buscar allí las respuestas. NO esperar la aceptación desde el afuera, nuestro cuerpo debiera ser la foto de nuestro SER. Gracias Ma. Andrea por abrir caminos....
ResponderEliminarQue hermoso Lilia, es nuestra tarea, reintegrar nuestros cuerpos, una mirada hacia nosotras mismas, no mediatizada por la mirada masculina, vernos con ojos amorosos, compasivos, vernos desde el Ser... el alma, el brillo de nuestra esencia espiritual... que nuestros cuerpos sean un templo, un santuario... de paz, de belleza... pero desde una estética diferente... una estética fundada por nosotras mismas... gracias amiga !!!
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