miércoles, 22 de junio de 2016

Gracias Annie, mami de Anastasia, Santiago y Laila.



Perder un hijo, ponerle alas al amor.
Cuando se pierde un hijo se muere junto con él una parte de uno. EL dolor es profundo e intenso indescriptible, inigualable… porque es intangible. Las lágrimas infinitas… a uno le llueve  por dentro y por fuera. Y si no hubiese sido porque la bella María Andrea García Medina  me pide que lo escriba, quizás nunca hubiese buscado las palabras para hacerlo.
Sin embargo, no es la primera vez que hablo de Anastasia. Ella y yo seguimos juntas pero separadas. Mi princesa perdida, volvió al centro de la energía con 5 y medio meses de gestación.  Su experiencia había terminado justo cuando la mía estaba comenzando. Mi cuerpo ya había cambiado, mis hormonas y mi corazón también.
 Y una noche su corazón se detuvo para siempre… y una parte del mío también. Pero no fue sino años después que logre conciliar esa parte de mí. Un nudo infinito se había hecho en mi alma enredada en rabia y dolor. Y cuando por fin desaté el nudo, le puse alas y las dos nos liberamos.
La vida más tarde me recompensó la travesía con dos hermosos pequeños y maravillosos seres que me acompañan hoy: Santiago de 4 años y Laia de 2.

AnnieNuñez


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