viernes, 16 de diciembre de 2016

El apego al dolor... Nuestra manera de procesar el duelo, de transitar las pérdidas...

El apego al dolor
Algunos autores como Casilda Rodrigañez Bustos, afirman que con la intervención de la medicina, el parto medicalizado, se produce  una violenta  ruptura de la simbiosis inicial de la vida, por el  modo en el que se separa al recién nacido del cuerpo de la madre.  Es el llamado trauma de nacimiento, herida primaria, en el  que se genera  una impronta de por vida (life long impact), debido a la toxicidad neuroquímica que las hormonas del estrés y del miedo impactan  en un sistema neurológico en maduración. La endocrinología, también explica los efectos patológicos de las descargas persistentes de las hormonas del estrés y del miedo,  en términos de sumisión bioquímica.   La “Falta Básica” en lo psíquico, concepto de M. Balint,  sumado al “life long impact” en lo somático y  teniendo en cuenta que nacemos sólo con el 25 % del sistema neural formado, dejan a la criatura humana en un estado de vulnerabilidad de por vida. Por supervivencia y sobreadaptación, queda el humano en estado de  sumisión, indefensión y dependencia vincular. Un meta-déficit estructural, en otros términos “angustia de separación”.  Sentimientos/emociones  como la soledad, el vacío, el  miedo,  la ansiedad persistente,  pasan a ser  cuasi-estructurales en la condición humana, dejando la predisposición a todo tipo de dependencias, adicciones  y la tendencia a los apegos. 
Muchos autores han desplegado el concepto de apego, y apego al dolor. Para  aproximarme al concepto de apego,  hay que citar  el trabajo fundacional de J. Bowlby sobre el apego y la pérdida (Bowlby, psicoanalista inglés 1907-1990). Este autor  explora los procesos a través de los cuales se establecen los vínculos entre el niño y la madre.  Abre un campo de investigación sobre los diferentes tipos de apego, fundamentando que el ser humano necesita desarrollar un apego seguro desde  su infancia. Su trabajo de investigación nos permite  comprender la necesidad más profunda del ser humano de arraigarse en sus vínculos, esos anclajes de seguridad frente a la angustia de separación, desde el inicio de la vida. Impronta que nos acompaña a los adultos, y desde la cual,  todo un abanico de conductas y sentimientos, están fundados en distintas formas de apego.
Es decir, que pasa a ser un tipo de funcionamiento del psiquismo, de la identidad, de nuestra forma de percibir el mundo y de relacionarnos. De este modo podemos comprender mejor, lo que llamamos “apego al dolor”. La dificultad de soltar, dejar ir, de despedir, tiene su origen en que fue un mecanismo constitutivo de la identidad desde el inicio de la vida. Entonces desde esta perspectiva se comprende cómo vivimos desarrollando apegos, y más apegos, a personas, a situaciones y  a objetos, cómo si eso fuera esencialmente constitutivo, y no lo es. Y no lo podemos soltar, porque todo nutre nuestro sentimiento de orfandad, y desamparo existencial, no siendo estructural en la condición humana, sino producto de la intervención de la violencia obstétrica por el parto medicalizado.  Entonces vamos engordando nuestra identidad, ego, y personalidad con todo tipo de apegos. Y luego nos apegamos también al dolor.
También contamos con los aportes de las neurociencias,  que nos muestran como viajan y se procesan las emociones en nuestro cerebro límbico y de éste al neocortex. Nos muestran que se activan rutas, redes y circuitos neuronales, que una vez que se fijan, se activan de manera automática. De modo que conforman patrones de repetición. Patrones que se combinan con otros y se van constituyendo engramas.
 Enric  Corbera en una de sus últimas obras, “El arte de Desaprender” describe el concepto de engrama: “Engrama proviene del griego “en” y de “gramma”: letra, escritura. El engrama es una marca orgánica sobre el tejido nervioso causada por un estímulo ocurrido en el pasado del individuo que será el soporte material de la memoria. Un engrama es una estructura de interconexión neuronal estable. Las redes neuronales establecen sistemas aferentes/eferentes inconscientes y mecánicos. El engrama pertenece a la mente reactiva. Es la mente inconsciente donde se almacena todo el dolor, las sensaciones, las palabras, los hechos, los lugares, los ruidos, etc. El engrama puede contener redes neuronales de nuestros ancestros. “*
 También llamados “ circuitos parásitos”, porque nos traen una y otra vez la repeticiones de patrones de dolor físico y emocional, que pueden ser de esta vida, de nuestros padres y de nuestros ancestros.  Los engramas se repiten como automatismos biológicos, creando vías sintomáticas privilegiadas. Se crean circuitos neuroquímicos del sufrimiento, que detonan , se disparan frente al menor estímulo.
Sabemos por experiencia que la mujer no pide ayuda en el momento de la pérdida,  cómo decíamos anteriormente, porque son duelos desautorizados y porque son circuitos adictivos neuroquímicos.  Pero además fundamentalmente porque en muchos casos, quedan ligadas a su padecimiento.  Donde justamente se” acompañan” de su dolor.  Es decir, es un modo disfrazado de su apego al ser querido.  Se “apegan” a su dolor, que les representa ese ser que ya no está.
 Esta es una resolución muy frecuente de los duelos en general. Cuando hay cierto grado de conciencia y se pide ayuda, al poco tiempo, se observa la  aparición de  resistencias, de modo que interrumpen el acompañamiento de sus procesos de duelo.  Mientras se nos permita trabajar,  nuestra labor será investigar en los “apegos” y en los “engramas”. Como así  también  en su fantasmática o imaginario inconsciente, ya que desde la lógica del pensamiento mágico animista  del inconsciente,  dejar de sufrir, puede implicar “dejar de amar” . Algo así como dejar de sufrir se puede convertir en sinónimo de retirar el amor por el ser querido. 
En otros  casos, la pérdida en si misma queda desdibujada por lo traumático de las situaciones que se vivieron en torno a dicha  experiencia. Es muy frecuente que una mujer se resista a trabajar una pérdida gestacional para no recordar los sucesos ligados a ella, que en sí mismos pueden haber sido más dolorosos que la pérdida de esa gestación. Esto tiene que ver con desenlaces de violencia, rupturas de parejas, secuencia de pérdidas mayores. Mujeres que confiesan, que fue mayor el dolor de todo lo que rodeó a la pérdida, que la pérdida en si misma. Todos los sucesos y los acontecimientos que rodean ese momento, están asociados a un encadenamiento de secuencias subjetivadas como catastróficas. Todo lo cual va a quedar en el olvido de la represión.
Apegos, engramas, formaciones del inconsciente, son conceptos que se articulan entre sí, se auto-implican. Es decir son distintos niveles de descripción, apego (psico-social), engrama(biológico), formaciones del inconciente(psicoanalítico). Una síntesis de estos niveles de descripción, son los programas. Este tipo de programaciones son formas de mostrar  un mismo funcionamiento, que en otras épocas se ha llamado melancolía,  y en algunos casos masoquismo, o nudo masoquista de la personalidad.  
 Desde este punto de vista,  sufrimiento se convierte en  directamente proporcional al amor, entonces cuánto más sufro es porque más lo he amado.   Desde la culpa, también se explica el patrón de “apego al dolor”: es “ tanto, tanto, tanto  lo que sufro  por  este hijo”, que entrego  mi sufrimiento como una “ofrenda”.  Cómo reparando, lo que supuestamente no hice, o hice mal. Dentro de esta cultura sacrificial,  voy a redimir lo que haya  que redimir. “ Más sufro, más demuestro que fui y  que soy  una buena madre. Y sufro también como un autocastigo, porque no he sido lo buena que hubiera podido ser. Si dejo de pensar en él, entonces he de abandonarlo…”

En resumen,  son las ecuaciones recurrentes   en los casos  de duelo,  a través de mi experiencia clínica de tantos años.  Que develan este concepto, del sufrir como un aspecto inherente y central del amor. Y como forma de demostrar el amor, de seguir acompañándonos  y de seguir siendo leal al ser querido.

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