Carta para Alfonso:
Querido hijo intentaré contarte lo sucedido desde tu ausencia. A
partir del anuncio de tu partida entré en un túnel de silencio, repleto de
caricias y juegos, que no pude entregarte.
Me encontraba transitando de rodillas, lastimada por tanto dolor, a
través de ese pasadizo podía ver como brillaba el sol, al otro lado, sabía que
en algún momento estaría allí… pero desconocía exactamente cuándo.
En aquellos días soñé que era
un árbol en mi tronco seguías creciendo alimentándote de luz y amor,
adivinándome secretamente florecías en colores y aromatizabas todo a tu
alrededor…
En la calle veía a otros niños jugar, sonreír y correr, estabas en
cada uno de ellos, con tus ojos brillantes, mirándome desde el alma.
Muchas veces me encontraba como si fuera la última hoja del otoño,
atravesada por el viento, rodando hacia la nada, inmensamente sola y muchas de
esas veces estaba acompañada por algunas personas.
El tiempo lento, pasó y mi dolor fue tomando diversas formas,
trasmutando. Empecé a tocar la luz del otro lado del túnel, era nítida y suave,
su acuarela nuevamente fue dibujando imágenes y la esperanza se apoderó de
todos mis sentidos, entonces decidimos llamar a la vida a tu hermano, lo
nombramos Salvador…
El crecía en ese espacio primero tuyo, él acariciaba las paredes donde
vos te acurrucaste la oscuridad… él me traía un poco de tu amor y me daba el
calor de una primavera fecunda. Salvador tuvo un nacimiento feliz, se convirtió
entonces, en un arcoíris llegó luego de la tormenta.
Un hermoso día, me llamo mamá, esa palabra que vos nunca pudiste
decirme, pero que desde el instante puro de tu existencia intrauterina ya me
habías coronado como tal.
Alfonso pasaron tres largos años y sé que en realidad nunca te fuiste,
estas justo en el instante que te escribo, en mi jardín, disfrazado de pájaro,
otras veces te veo como una mariposa amarilla o anaranjada revoloteando en mi
cabello, desacomodando mis ideas, pero siempre sos el colibrí multicolor que da
felicidad a mis flores y me hace renacer.
En realidad pienso que nuca
dejaste de habitarme. En algunas ocasiones escuche sonar un piano, era lejano y
precioso el sonido envolvía mi alma, como lo haría tu abrazo, cada vez que oigo
sonar a la distancia un piano, es una caricia musical de tu alma a la mía.
Hasta pronto hijo, nos envolveremos en la misma luz y somos un solo
color hasta encontrarnos yo guardaré todas estas palabras, esos arrullos y
juegos que no nos fueron posibles… ese instante que solo será nuestro.
Con Cariño Mamá
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